Al fascismo no se le combate votando a quien promete defender a la clase trabajadora y luego la traiciona desde el gobierno, sino difundiendo un espíritu revolucionario y solidario entre los oprimidos.
Solo dejando de confiar en los políticos y profesionales del sindicalismo para defender nuestros derechos podemos acabar con el fascismo.
La acción directa, el apoyo mutuo y demás valores del anarquismo son la verdadera vacuna contra el nacionalismo, el racismo y el fascismo.